La ansiedad es una reacción emocional ante un peligro o amenaza que se manifiesta mediante un conjunto de respuestas fisiológicas, cognitivas y conductuales.

1) Síntomas a nivel cognitivo:

  • Preocupación excesiva sobre una amplia gama de situaciones.
  • Pensamientos negativos, sobre todo de inferioridad e incapacidad.
  • Anticipación de peligro o amenaza.
  • Sensación de pérdida de control.
  • Temor.
  • Inseguridad.
  • Indecisión.
  • Aprensión.
  • Miedo.
  • Inquietud.
  • Impaciencia.
  • Irritabilidad.
  • Miedo a perder el control.
  • Dificultades para tomar decisiones, pensar, estudiar, concentrarse, etc.

2) Síntomas a nivel fisiológico:

  • Sudoración.
  • Tensión muscular.
  • Palpitaciones.
  • Taquicardia.
  • Tensión arterial alta.
  • Opresión torácica.
  • Temblor.
  • Molestias gástricas.
  • Dificultades respiratorias.
  • Sequedad de boca.
  • Dificultades para tragar.
  • Dolores de cabeza.
  • Mareo.
  • Náuseas, etc.

3) Síntomas a nivel motor u observable:

  • Evitación de situaciones temidas.
  • Fumar, comer o beber en exceso.
  • Movimientos motores repetitivos como: rascarse, tocarse, etc.
  • Movimientos torpes y desorganizados.
  • Deambular de un lado para otro sin finalidad concreta.
  • Dificultades para conciliar el sueño.
  • Hiperactividad.
  • Tartamudear.
  • Llorar, etc.

Para comprender por qué nuestro cuerpo se comporta de esta manera, es necesario adentrarnos un poco en nuestro cerebro.

Nuestro cerebro puede dividirse en tres más pequeños, cada uno de los cuales gestiona de diferente manera. Así tenemos:

  • El córtex o cerebro racional, que gestiona la razón y la lógica.
  • El cerebro límbico, que gestiona las emociones y da sentido a las cosas.
  • El cerebro reptiliano. Es el más antiguo, el más interno y pequeño que regula las funciones básicas del organismo. Su principal objetivo es nuestra supervivencia.

La denominación “reptiliano” se debe a que los reptiles fueron los primeros a los que la naturaleza dotó con un cerebro, hace más de 500 millones de años.

El ser humano evolucionó, y con su desarrollo su cerebro cambió y aparecieron las emociones (sistema límbico) y la razón (córtex).

El cerebro reptiliano gestiona funciones básicas del organismo, entre ellas:

  • El flujo sanguíneo.
  • Los latidos del corazón.
  • La temperatura del cuerpo mediante mecanismos como la sudoración.
  • La digestión.
  • El equilibrio
  • La vista…

Su principal misión es la de mantenernos vivos, por ello, para sobrevivir, gestiona nuestras funciones vitales permitiéndonos reaccionar ante posibles amenazas. Cuando actúa, no pide ayuda a los otros dos cerebros auxiliares, no pregunta a nuestra lógica, pues tiene la suya propia. Cuando sus indicadores dan la voz de alarma, el cerebro reptiliano reacciona activando todos los mecanismos de nuestro cuerpo para hacer frente a esa amenaza. Ya sea real o imaginada.

Para entender bien su funcionamiento debemos retroceder en el tiempo muchos millones de años… cuando los primeros seres humanos poblaban la tierra.

La sensación de peligro que en aquellos momentos podía venir causada por la aparición de un león, ahora puede ser causada por un cambio de trabajo, un despido, la pérdida de un ser querido, una separación…

El cerebro reptiliano es tan antiguo, que ante algunas circunstancias todavía reacciona como lo haría hace millones de años atrás… no es capaz de distinguir entre el ataque de un león o la pérdida del puesto de trabajo. Este cerebro, ante un cambio que interpreta como peligroso, reacciona, y una de estas respuestas es la ansiedad.

Es una realidad que, debido a causas que nada tienen que ver con nuestra verdadera supervivencia, nuestro cerebro reacciona como si así fuese y, al sentirse en peligro, actúa desencadenando en su respuesta trastornos tan comunes como la ansiedad.

El cerebro reptiliano solo entiende dos maneras de actuar: huir o luchar. Cuando se decide a actuar, su reacciones más comunes son:

  • Aumentar la tasa cardíaca bombeando más sangre al corazón para contar con más energía ante la posibilidad de respuesta, bien en lucha o en huida.
  • Acelerar la respiración para oxigenar los músculos y permitirnos correr.
  • Contraer los músculos para prepararnos para la acción.
  • Dilatar nuestro iris para que, al entrar más luz, podamos ver mejor y observar, por ejemplo, distintas posibilidades o lugares de huida.
  • Incrementar la sudoración de forma constante para mantener la temperatura interna en el caso de que las circunstancias lo requieran…

Todas estas reacciones tienen una única misión: sobrevivir ante un peligro físico. Ahora bien, si este peligro físico no es tal, aparece una crisis de pánico, que si no es comprendida y aceptada como lo que es, fácilmente derivará en un síndrome de ansiedad.

Conociendo el modo de actuar de este órgano, y sabiendo que es independiente del córtex (la razón), si sientes ansiedad tienes que detenerte y escuchar, ya que lo entienda o no tu razón, necesitas un cambio.

Ante cualquier reto siempre existen dos opciones: huir o luchar, sentirse víctima o responsabilizarse para superar el problema, analizando los motivos por los que la ansiedad se presentó en tu vida y realizando las acciones necesarias para superarlas.

La ansiedad llega a nuestra vida para buscando un cambio, el nuestro.