La microbiota es el conjunto de bacterias que colonizan la piel, el aparato digestivo, incluida la boca, y el aparato genital. Estas bacterias colonizan nuestro organismo desde el vientre materno, pero fundamentalmente desde el momento del nacimiento, especialmente si éste se ha producido por vía vaginal.
La microbiota se va desarrollando a medida que avanza la vida, de forma que su composición es diferente en la infancia , adolescencia y en la vida adulta.
La relación de la microbiota y el organismo es simbiótica: mientras que las bacterias realizan una función protectora frente a enfermedades y agentes patógenos y de ayuda en la metabolización de los alimentos ingeridos, el organismo les ofrece un lugar donde vivir. La microbiota está compuesta de 100 billones de bacterias sólo en el aparato digestivo. De hecho, la microbiota ya es considerada por la ciencia como un órgano más del cuerpo, aunque en este caso adquirido.

Microbiota Intestinal: Su relación con la salud y la enfermedad

La microbiota intestinal es la comunidad de microorganismos vivos residentes en el tubo digestivo. La microbiota residente en el intestino humano es una de las comunidades más densamente pobladas, incluso más que el suelo, el subsuelo y los océanos. En el intestino grueso de los mamíferos la cifra de microorganismos se eleva a 1012-1014. Este número es mayor, incluso, que el de células humanas.

El delicado equilibrio que normalmente existe entre las bacterias útiles y las bacterias perjudiciales del intestino puede cambiar. Si eso ocurre, las bacterias útiles pueden perder su capacidad para desarrollar sus funciones en la protección de la salud de las personas. El exceso y mal uso de los antibióticos, una nutrición inadecuada, el sedentarismo, la contaminación ambiental, el estrés, y otros factores pueden comprometer tanto el número como el funcionamiento de las bacterias útiles que hay en el intestino. El desequilibrio entre el número o proporción de microorganismos amigables y patógenos dentro del intestino humano se conoce como disbiosis. La disbiosis es una situación de desequilibrio en la que hay exceso de flora intestinal patógena con efectos nocivos en el cuerpo humano. Esta pérdida del equilibrio está asociada con una amplia gama de trastornos que incluyen diarrea, síndrome del intestino irritable, enfermedades inflamatorias intestinales, cáncer colorrectal, así como ciertas enfermedades hepáticas, alergias, la obesidad, la diabetes de tipo dos y la celiaquía.

Sin embargo, estos factores se pueden contrarrestar con una alimentación sana y equilibrada, realización de ejercicio de manera regular, una adecuada higiene del sueño, evitando la auto y sobre medicación y realizando actividades que permitan minimizar los efectos del estrés.

Funciones de la microbiota:

-Protección ante bacterias patógenas que pueden provocar enfermedades: la microbiota es una barrera que protege al organismo, entre otras cosas, de microorganismos patógenos, sustancias carcinógenas, metales tóxicos, químicos nocivos presentes en el ambiente y partículas de polvo y suciedad.
-Mantenimiento de sistema inmune: hay estudios que sugieren que hasta el 70% del sistema inmunológico depende de la microbiota. Favorece que el sistema de defensa funcione adecuadamente.
-Regulación del metabolismo y balance energético.
-Digestión de alimentos: la microbiota permite digerir algunos componentes de los alimentos que el organismo no puede digerir y metabolizar por sí mismo. Por ejemplo, alimentos que generan ácidos grasos de cadena corta insaturados, que son potentes antioxidantes y ayudan a equilibrar los niveles de colesterol y triglicéridos.
-Producción de vitaminas: algunas fundamentales para el mantenimiento de la salud, como son la vitamina K y la B12.
-Regular la secreción de neurotransmisores intestinales, insulina y péptidos fundamentales para procesos vitales.

¿Por qué la Microbiota intestinal afecta la salud mental?

Las alteraciones de la composición de la microbiota intestinal también afectan al sistema nervioso central (SNC), ya que el intestino y el cerebro están conectados a través de numerosas de vías de comunicación utilizadas por metabolitos bacterianos y transmisores. Incluso ciertos trastornos mentales y del desarrollo neurológico, como por ejemplo la depresión, la ansiedad y el autismo, pueden estar relacionados con la disbiosis de la microbiota intestinal.

Cada vez hay mayor evidencia de que existe una señalización bidireccional entre el tracto gastrointestinal y el cerebro, y que en esta relación la microbiota intestinal juega un papel fundamental. La relación entre la microbiota y el sistema nervioso central (SNC) es algo conocido desde hace años y cada vez se publican más estudios sobre la participación de dicha microbiota y sus metabolitos en diversas enfermedades neurodegenerativas y otras enfermedades como el síndrome del intestino irritable o incluso el autismo y la depresión. Esta relación se conoce como eje microbiota-intestinocerebro e implica varias rutas aferentes y eferentes así como el nervio vago y el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal, que interactúa con nosotros a través del sistema inmune, neuroendocrino y neuronal. Numerosos estudios demuestran que la depresión, principal causa de enfermedad y discapacidad en el mundo (con más de 300 millones de afectados) está íntimamente relacionada, además de con otros factores fisiológicos, con este eje intestino-cerebro. Estudios recientes nos muestran diferencias en la composición de la microbiota intestinal en pacientes con depresión, con menor cantidad de Bifidobacterias y Lactobacilos en comparación con individuos sanos,

Pero, ¿cómo la microbiota intestinal es capaz de enviar señales al cerebro y por tanto, influir en nuestro estado de ánimo?. Sabemos que nuestra microbiota tiene influencia en nuestro cerebro e intestino a través de la secreción de sustancias neuroactivas, como la serotonina, noradrenalina, dopamina, glutamato y ácido gamma-aminobutírico (GABA) y también puede alterar el funcionamiento cerebral de forma indirecta a través de cambios en el estado inflamatorio e inmune, produciendo en última instancia citoquinas proinflamatorias. Estos hechos ponen de manifiesto cómo una disbiosis en nuestro tracto intestinal puede contribuir a un estado depresivo.

Algunos estudios en humanos arrojan luz sobre la utilización de probióticos en el tratamiento ya no solamente de enfermedades como la depresión, sino en neurodegenerativas e intestinales como Síndrome del intestino irritable y enfermedad inflamatoria del intestino, consecuencias también de una comunicación defectuosa entre intestino-cerebro. Los autores nos muestran cómo el consumo de algunos de estos productos mejoran significativamente los síntomas clínicos del paciente. Aunque se necesitan más estudios para establecer cómo las intervenciones prebióticas y probióticas pueden ayudar a equilibrar la función cerebral en la población .

La modulación de este eje intestino-cerebro a través del uso de probióticos y prebióticos ofrece un enfoque prometedor, aunque tenemos que tener en cuenta que la gran complejidad de la microbiota y el patrón microbiano único de cada persona genera una dificultad extra a la hora de diseñar un tratamiento general para estas enfermedades. Además, hay que tener en cuenta que no todos los probióticos son iguales ni sirven para lo mismo. Es por tanto fundamental conocer el modo de acción de cada cepa en concreto para elegir aquel producto que mejor se adapta a nuestras necesidades.